De la mano, rama fatigada,
se desprendió un retoño, inerte, seco
y en un cráter del suelo que lloraba
nació extraño, desnudo, un verde trébol.
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Sediento del néctar de una de tus lágrimas
subían por su tallo, las grietas de tu olvido.
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Nervadura de la hoja que no existe
sendero horizontal desde tus palmas
mordida de la noche por tus ojos habitada.
Mansa en ti, serena, ya sólo descansaba.
lunes, 30 de julio de 2007
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